Apenas crucé la puerta de nuestro departamento me saqué los zapatos así no más y revoleé la cartera por encima de la mesa de entrada. Fui directo a la cocina para buscar algo bien rico, dulce y grasoso, eso me ayudaría al mal humor.
- ¿Estás bien Sofi?
- Perfecta, no me falta nada. – le dije sin mirarlo y concentrada en mi búsqueda por la comida.
Sebastián levantó una ceja y al rato insistió:
- No la pasaste bien, ¿no?
- Já, la pase bárbaro mi amor, la mejor noche de todas – terminé mi búsqueda, agarré un alfajor y lo esquivé, dirigiéndome al sofá – la más romántica SIN DUDAS
Me siguió hasta allí sin decir nada, esperando a que yo se lo explicara…
- ¡Ah! Capas te habías olvidado de esta noche. Feliz aniversario, gracias por traer a todos tus amigos y que hayan contribuido con sus estúpidos chistes.
Saqué del borde de la pollera una carta y prendí la tele. Sebastián quedó muy sorprendido por lo que le había dicho, y yo, sentía que no había mayor placer que cerrarle el culo a alguien.
“Ya entiendo todo” me alzó en sus firmes y musculosos brazos y me llevó hasta la cama, ésta se encontraba cubierta por pétalos de rosa y rodeada de velas aromáticas.
- Pero creo que tu impaciencia siempre te lleva a lo mismo, ¿O me equivoco Sofía?
Estaba realmente avergonzada, encima de que me hizo pasar una noche muy aburrida y ordinaria me hacía pasar vergüenza y me recriminaba las cosas. Tomé una tijera y se la clavé en el ojo. Que sensación tan placentera, hasta ese momento, era mi mejor noche. Corrí a la cocina y cuando regresé con el lo degollé. Y comencé un arduo trabajo de bisección.
Lo primero que le amputé fue su pene, luego los testículos. Me aseguré que fuera un trabajo muy limpio y fino.
Luego le saqué el corazón, las manos y los ojos.
Después el pelo y la piel.
El resto de las cosas las preparé en un puchero y los huesos los mezclé con la cal viva, y preparé sandías en almíbar.
Y esa es mi historia, muy rica debo aclarar. Nada mejor que un rico puchero de sesos y músculos. Ahora su piel se convirtió en la mía, ya no puede fastidiarme, excepto en los días de calor, que las camperas de cuero no se pueden usar.
Siempre lo amaré.
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