17-01-10
- ¿Qué pasa mi amor?
- Emm, ¿Podés venir para casa? Te tengo que decir algo re importante.
Siempre tan directo. Accedí, no tenía otra opción. Justo estaba comprando unas fotocopias para el colegio con Ezequiel Sparda, un amigo.
Su casa no quedaba a más de 5 cuadras, y como ese día no tenía doble jornada, fui hasta el edificio de Fernando, hasta ese momento, mi novio. Ezequiel me acompañó asta allí, pero le pedí que me esperara en la puerta, pues si iba a ser rechazada, prefería que fuera en privado.
- ¿Qué pasa mi amor? – le repetí
- Mirá, quisiera hablar sobre lo nuestro, nuestra relación – carraspeó- no da para más Zoe...
Puff, si por cada idiota que me tocara me dieran un peso, ¡Sería millonaria! “no da para más” tenés otra querido.
Por más de que mis pensamientos y suposiciones prematuras fueran completamente seguras y acertadas, no significaba que no me dolieran
“Espero que ESA te de todo lo que yo dí por vos.” Pronuncie esas palabras lo más firme que pude, me dí media vuelta con la frente en alto y al cruzar la puerta agarré de la muñeca a Eze. Caminamos así un largo rato, no me atreví a verle la cara, no quise frenar, yo lo estaba guiando a vaya a saber qué lugar.
Nuestra caminata fue interrumpida por su voz.
- Che Zoe, ¿A dónde carajo me llevas?
Mientras lloraba desconsoladamente, corregí mi voz.
- A donde cagó el conde boludo.
Nos sentamos en un banco a charlar, le conté lo que me había pasado y lloré, no mucho, no valía la pena.
Esa noche mis amigas me llevaron a un boliche. Quise distraerme, tomé, comí, fume, cogí. Hice todo lo que no se tiene que hacer, y en una noche.
Resaca. Me tocó enfrentarme con la tan temida resaca. No solo del alcohol, sino por toda la mierda que me había echo. Pensé que era hora de deshacerme de lo que me hace mal, de ya no volver por ello y seguir destruyéndome.
“No más tequila, no más coca, no mas faso, no más sexo sin forro, no más café ni chicos que te rompan el corazón.”
¡Como si fuera tan fácil no tener chicos que te rompan el corazón! Ojalá tuviera una vacuna contra ellos y cada uno que se me acerque con intenciones de hacerme parte de la suela de sus zapatos, moriría, bajo el odio y el rencor.
Ojalá, también, tuviera la vacuna del olvido. Contra la imaginación de lo peor, y contra la fisura de cráneo por pensar tanto y tanto.
Mientras inventaba esas curas mágicas e utópicas, tirada boca abajo en el sofá del living encontré un libro polvoriento. Sin otra cosa que hacer lo comencé a leer.
Después de ese libro, encontré otro, que me lo devoré. Y así otro, y otro más. Estaba sedienta de aquellas historias tan increíbles.
“Y alzó su espada contra los dragones, morir allí sería un honor para un fiel caballero…”
“Y después de aquel tierno beso, la lluvia cesó y coloridos arco iris se pintaban en el cielo…”
“Sostenga a la mujer en sus caderas delicadamente, y mientras acaricia su clítoris, trate de penetrarla, es el momento donde la va a poder encontrar más excitada…”
… Sólo en los cuentos.
Wow. Era una tibia mañana de Julio. Esos meses eran completamente fríos y encontrar una temperatura como esa, era una bendición para todos, hasta para los satánicos.
Pasaron mil y una ideas sobre qué hacer, pero UNA, dominó sobre las demás. ¡SEXO, DROGAS, ALCOHOL Y HEAVY METAL!
Fue, ya me chupaba un huevo todo. Me fui a un Pub trucho, me cené a todos los pibes que pude. Algunos los recuerdo, y a los primeros hasta recuerdo su olor. Los intermedios solo recuerdo que me enredaba en sus largas cabelleras súper powermetaleras y los últimos… solo me queda, de algunos, su número anotado en la remera.
A los dos días, la noche había mostrado ser tan hermosa y esplendorosa como nunca. No podría perdérmela sola en mi casa, viendo los estúpidos “Realty” shows en Vh1. Encontré en una plaza una reunión hippie y me uní a ellos. Una guitarreada con unos muy buenos fasos toda la noche.
Y así. ¿Qué escuela? ¿Qué amigos? ¡Já! Aguante la joda, aguante el rock and roll.
Mi vida se estaba cayendo por un barranco y a nadie parecía importarle.
Ya empezaba a calentar la primavera. Unos contactos me consiguieron éxtasis y me invitaron a una fiesta electro. No me negué, está bueno probar cosas nuevas ¿O no?
Pasé toda la noche bailando, transpirando, volando con mi mente, tomando agua y más agua. Lamentablemente, llegó lo que con tanta frecuencia llega, el final. Esta vez, no algo tan grave. De allí, agotadísima, fui al colegio.
¡Pero que chica tonta! Me había olvidado que tenía examen de Educación Física. Buen, no me quedaba otra, traté de hacer los 20 minutos de trote ligero. No llegué ni a 2 minutos que ya estaba en el piso, con los profesores soplándome, subiéndome los pies y mojándome la cara. Tenía mucho sueño y decidí dormir, quizás no el mejor momento, pero cuando se presenta una oportunidad es mejor aprovecharla.
Me llevaron al hospital y cuando desperté de esa tan reconfortante siesta vi que a mi lado se encontraban decenas de cartas de mis amigos. Mis tan olvidados amigos. Siempre quisieron lo mejor para mi. Que lástima que nunca lo demostraron.
Me llevaron a mi casa a cuestas. Apenas vi el sillón, corrí hasta él y me tiré a dormir.
No sé si fue un sueño o qué, pero los primeros días de estar en mi casa sin moverme, habían unas cálidas y tiernas manos que me acomodaban el pelo, mojaban mis ojos y me traían los vasos de agua. Pero de lo que estoy segura, es que cuando tomé conciencia de mi misma, estaba en mi cuarto y Ezequiel me estaba cuidando amorosamente.
- Che guacho, ¿Qué hacés acá? – le dije mirándolo a los ojos
- Te estoy cuidando guacha – se burló
En ese momento encontré la vacuna para los malos hábitos. Lo había encontrado a él…
Después de dos semanas, de hacer reposo y cada tanto hacer unas tranquilas caminatas junto a Ezeque, empecé a recuperarme de la cabeza, del estómago y del corazón. Me fui a mi cama y él me trajo una rica sopa cremosa de verduras.
Charlábamos de lo más bien cuando tocan la puerta de mi cuarto
- ¿Quién es? – grité
- Te vino a ver alguien – dijo bien convencida mi decepcionada madre
- ¡Hacélo pasar!
Vi que la puerta se abría y tras ella, aquel vil rostro.
- Largate de acá ¿Querés? – exclamó Ezequiel
- Pará pará, no es tu casa ¿si? Aparte, ¿Quién te crees que sos hablándome así estando con mi novia? Me parece que el desubicado y el que se tendría que ir de acá sos vos Ezequielsito – dijo Fernando
Que situación más incómoda, era obvio que iba a optar por el Sparda, mil y una veces.
Detuve el griterío, le pedí a mi amigo que sostenga el plato de comida, me paré y hablé con Fercho.
- No podés entrar así como así a mi casa, perdón, a mi cuarto y empezar a gritarle al primer flaco que te trate ubicar. Te pido por favor que te vayas y que nunca más te aparezcas en mi vida, lo nuestro terminó hace mucho.
Bajé la cabeza y abrí la puerta, esperando a que se vaya y me dejara en paz, a mi y a mi nueva vida.
Ezequiel se quedó boquiabierto y me felicitó por tomar decir cosas tan ciertas. Mi explicación fue “no puedo seguir bancándome cualquier cosa, de CUALQUIER persona.”
- Che Zoe, ¿A dónde carajo me querés llevar?
Analicé unos segundos esa frase, rosé sus rosas mejillas con mi mano, y le dí un beso.
- ¿Sufi? – le dije al oído
Se echó a reír, me agarró de la cintura y nos acostamos en mi cama. Yo estaba muy cansada y dormí. Esta vez, ya no tenía apuro de nada.