lunes, 5 de marzo de 2012

No hay colores.

No entiendo cuál es el derecho que tienen de privarme de tu compañía.
No entiendo por qué, siendo el deseo de una, no puedo compartir mi vida junto a vos, transmitirte valores y consejos que merecés.
No es justo, que hayas sido criada sin la importantísima precencia de un hermano que te haga ver, pensar, discutir, defender.
No es justo para mí, tener que llorar a la noche por la nena que perdimos y la incipiente adolescente que estamos viendo.  
A lo lejos.

 O que aprendas que la única forma de educar a un perro es pegándole.
 Te extraño hermana, lamento no poder hacer más que todo esto, pero estás bajo el dominio de tu madre y Daniel. No debería ser él, el que te vea crecer y hacerte una mujer. Debería ser yo, debería ser tu papá, y tus hermanos que tanto sufren y luchan por vos.
 ¿Dónde estás? ¿Estás bien? ¿Vos también nos extrañás? ¿Nececitás algo? ¿Cuándo puedo hablar con vos?
 Si hubiera una cosa que te pudiera hacer entender, es que te quiero muchísimo y que te extraño. Te extraño como a nadie. Por favor, por favor volvé a ser nuestra hermana, nuestra copañera, nuestra sangre. La hija de mi papá.


 Volvé. Despertá. Vení y sé libre junto a nosotros.