Cuando lo vi, lo abrasé fuerte, muy fuerte y el me rodeó con sus firmes y blancos brazos, inseguro.
Caminamos hasta el pasto, nos tiramos y miramos el cielo un tiempo.
- Sofi, no creo que podamos seguir saliendo así…
- ¿Por qué? – respondí
- Mirá… con Julián somos muy buenos amigos, además de que vos estés saliendo con él y no sé… estas salidas… Hay, So, la verdad es que me pasan ciertas cosas con vos y no puedo arriesgar nuestras amistades.
Bajé la mirada, pensativa y cuando me volví hacia él, caí que verdaderamente estaba allí a mi lado mirándome y yo… yo no podía contemplar algo tan bello, tan perfecto.- Entiendo lo que me decís Damián. Aunque me apena que todo esto termine acá, comenzaba a disfrutar de tu compañía.
Me recosté sobre su pecho y disfruté de ese delicioso último momento, del rojizo atardecer, del sonido de los árboles meciéndose, de los latidos de su corazón y de la última vez que me iba a sentir tan querida.
Nos levantamos, guardamos todo y caminamos en silencio hasta mi parada de colectivo. Lo saludé con un tierno beso en la mejilla y me fui, y perdí su paz, su cariño, su comprensión.